miércoles, 16 de octubre de 2019

DIOSAS INOXIDABLES

Trascendieron su tiempo. Amaron y fueron amadas. También deseadas y admiradas. Tuvieron vidas alucinantes, sus romances dieron que hablar y, algunas de ellas, murieron de manera trágica. 
Perduran, aún hoy en la memoria colectiva y esta sección es, si se quiere, una manera de recordarlas y homenajearlas. En la actualización de esta semana levantamos al telón para presentar a...  

ISADORA DUNCAN
Nació en San Francisco (EE UU) el 27 de mayo de 1877. Bailarina y coreógrafa está considera como la creadora de la danza moderna.


Su padre, Joseph, abandonó la familia cuando Isadora era aún muy pequeña. Al poco tiempo fue acusado de fraude bancario y encarcelado. Esto generó, en el hogar de los Duncan, dificultados económicas.

Isadora abandonó la escuela primaria cuando tenía 10 años para dedicarse, junto a su hermana Isabel, a impartir clases de danza a los chicos del barrio.
Su madre Dora, en tanto, daba lecciones de piano para sustentar a la familia.
Según sus biógrafos, Isadora era una niña solitaria, retraída y le gustaba el mar. 
Su fascinación por el movimiento de las olas sería el germen de su arte en los años posteriores. 
Cuando llegó a la adolescencia, la familia se mudó a Chicago donde Isadora estudió danza clásica. 
Luego que se incendiara su hogar volvieron a mudarse. Esta vez a Nueva York.
Casi finalizando el siglo XIX la familia viajó a Europa radicándose en Londres (en una primera etapa) y luego en París.
El público que asistía a su presentaciones no entendía su modo de baile y, en no pocas ocasiones, era abucheada.

En 1913 el drama apareció en su vida. Es que perdió a sus dos pequeños hijos en un accidente de auto cerca de París. 
En 1916 llegó a la Capital Federal. Por entonces tenía 38 años y ya gozaba de las mieles del éxito. 
A pesar que el dinero no le sobraba, Isadora se hospedó en el lujoso Plaza Hotel. Interesada en la ciudad, recorrió distintos barrios llegando, incluso, a La Boca.
Los espectadores de su primer concierto, el 12 de julio de ese año, recibieron las danzas de Isadora un tanto fríamente. 
La Capital Federal le era hostil y entonces, Isadora, decidió viajar a Montevideo. 
Claro que, como no tenía dinero para cancelar el hotel, tuvo que dejar su costoso abrigo de piel y las joyas que le había regalado su ex amante, Paris Singer, heredero del imperio Singer de las máquinas de coser.
Su vida privada fue poco convencional y vivió siempre al margen de la moral y las costumbres de la época. 

Se casó con el poeta ruso, Serguei Esenin, que era 17 años más joven que ella. 
Pero la adicción del poeta al alcohol terminó por separarlos. El ruso murió suicidado el 28 de diciembre de 1925.
Isadora, en tanto, decidió ser madre soltera y tuvo dos hijos. Nunca quiso revelar el nombre de o de los padres. 
Crónicas de la época indican que Isadora era bisexual y que mantuvo relaciones con algunas mujeres conocidas de aquel tiempo. 
Por caso la poetisa Mercedes de Acosta o la escritora Natalie Barney. 
Hacia el final de su vida la carrera de Isadora había comenzado a declinar. Fueron para ella tiempos de serios problemas financieros y diversos escándalos sentimentales. También se dedicó al alcohol.
Sus últimos años transcurrieron en París y en la costa del Mediterráneo donde dejó considerables deudas en hoteles o en departamentos alquilados.
Su extraña muerte, el 14 de septiembre de 1927, consolidó su mito. Falleció en un accidente automovilístico en Niza (Francia) a los 50 años víctima de su larga chalina que la ahorcó. 
Isadora fue incinerada y, sus cenizas, depositadas en el columbario del Cementerio del Père-Lachaise (en París).

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