miércoles, 26 de febrero de 2014

EDITORIAL

EL PERONISMO… Y LA CEBOLLA

Nadie que esté en su sano juicio puede dudar que, peronismo y kirchnerismo, expresan la misma cosa, la misma estructura ideológica y la misma concepción de lo que es el poder. Un poder que los K ejercen apostando a todo o nada. Yo o el otro. Si no estás conmigo, sos mi enemigo.
Por eso, y desde el 2003 cuando asumió Néstor Kirchner la presidencia del país, aparecieron los aires fundacionales que tuvieron su continuidad en el mandato sucesorio de Cristina al punto que, podría suponerse, que la verdadera historia del país comenzó recién a partir de ellos.

Néstor
Y cada vez que pueden, tanto la presidenta, como ministros, legisladores y referentes K, apelan a la crítica más despiadada del pasado reciente y recuerdan --con severas descalificaciones-- tanto a los que salieron de la Rosada en helicóptero, como a quienes les confiscaron el haber previsional a los jubilados en un 13 %. 
Y tampoco se salvaN los que estatizaron las empresas públicas y ni hablar de quienes sumieron al país en una catastrófica hiperinflación. 
Para los K no se salva nadie.
Claro que todos los kirchneristas mucho se cuidarán de reconocer que otros --tan peronistas como ellos-- le causaron profundas heridas al país cuyas secuelas aún perduran.
Porque pareciera que Isabel Martínez, José López Rega, Celestino Rodrigo, la Triple A, el ERP, Montoneros, Saúl Ubaldini, Carlos Ménem o José Ber Gelbard, por citar sólo algunos, no hubieran existido o no hubieran profesado la fe justicialista.

Cristina
Por ese “olvido conveniente” de quienes hoy nos gobiernan no estaría mal refrescarles la memoria y recordarles que todos ellos también eran peronistas.
Sin embargo parecería que el peronismo es como la cebolla. Porque cualquier modesto verdulero de barrio sabe que, diariamente, debe sacar la última tela de cada cebolla para que luzca nueva, brillante… y casi casi como recién cosechada. 
Así la tela vieja se desecha como si nunca hubiera existido. Y, a fuer de ser sincero, no me queda otra que elogiar la estrategia ya que, ni Maquiavelo, lo hubiera maquinado tan bien.

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