miércoles, 21 de mayo de 2014

EDITORIAL

LA UTOPÍA DEL PERIODISMO INDEPENDIENTE

La expresión "periodismo independiente" fue una bandera que, indistintamente, izaron el oficialismo y la oposición durante el larguísimo y aburrido debate que demandó el tratamiento de la denominada nueva ley de medios que, finalmente, fue sancionada bajo el eufemismo de “Servicios de comunicación audiovisual”. Y habrá que convenir que, en esto de poner nombres, los K son únicos.
El gobierno, recordamos, aducía que la nueva legislación permitiría el ejercicio de un periodismo independiente en contraposición con el actual al que, despectivamente, calificaba como de "grupos hegemónicos concentrados".

Los opositores, a su vez, alertaban que si la ley de medios veía la luz, desaparecería el periodismo independiente --de voces plurales con distintos matices e ideologías-- para caer en el abismo del pensamiento único.
Más allá de la grandilocuencia de estos argumentos, en favor o en contra, tanto el gobierno como la oposición sabían que estaban mintiendo descaradamente. 
Porque el "periodismo independiente" --en referencia a los grandes medios nacionales y salvo honrosas excepciones-- no existe, es una falacia... y, si se quiere, una utopía.
Y un sólo ejemplo, en forma de cuentito, lo demuestra: cinco aspirantes se presentaron a un importante diario, de tirada nacional, que estaba a la búsqueda de un redactor.
Cuatro eran jóvenes y el quinto un cuarentón. Van pasando de a uno para entrevistarse privadamente con el director del periódico que, entre otras cosas, les pide que escriban sobre Dios. 

Les ofrece una computadora y les solicita que, finalizada la tarea, se la impriman. 
El último en ingresar al despacho para la entrevista es el cuarentón. 
También a éste el director le pide que escriba sobre Dios. Pero antes de ponerse en la computadora el aspirante le pregunta: ¿A favor o en contra? 
La respuesta del dueño del diario no se hizo esperar y con una sonrisa le dijo: "Está contratado".
Y esto, guste o no, es así. Periodismo independiente es algo que se les inculca a los chicos que estudian la carrera de comunicación social. Y está bien. Está bien como bandera.... como expresión de deseos... como lo deseable... como meta.  

Pero más temprano que tarde la realidad (y el cuarentón del ejemplo lo sabía), los hace aterrizar. Y la realidad, hoy y casi desde siempre, muestra un periodismo cercado por distintas presiones: por caso del gobierno de turno; o de los grupos económicos; también desde la política; y, por qué no decirlo, desde la pauta publicitaria.
Porque en definitiva son los dueños de los medios --sea de la gráfica, de la radio o de la tele-- los que imponen la línea a la que deberá subordinarse el periodista que quiera trabajar. 
Si te gusta... estás adentro. Y si no te gusta y querés hacer periodismo independiente... armate un blog... subilo a internet... y ahí decí lo que quieras... lo que sientas. Claro que nadie te va a pagar un mango. Por eso... y como dijo el poeta... nunca es triste la verdad... lo que no tiene es remedio.

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