miércoles, 29 de octubre de 2014

SÓTANO BEAT

Entre muchas otras razones las décadas del 60 y del 70 ingresaron en la leyenda por su música con intérpretes y canciones que marcaron una época irrepetible. Nacionales y extranjeros, por igual, dejaron un legado que marcó a no pocas generaciones de quienes fueron jóvenes en aquellos años. Y esta sección es un tributo para todos ellos… 

CARLOS ARGENTINO

Hoy quiero evocar a este enorme cantante de nuestro país que supo brillar en la década del’ 50 y que llegó a convertirse en el más famoso intérprete de temas tropicales.
Y hasta se consagró, además, en diversos países del Caribe. 
Había nacido en el porteño barrio de La Paternal el 23 de junio de 1929. Hijo de inmigrantes judíos, que se dedicaban a la confección de ropa, el verdadero nombre de Carlos Argentino era Israel Vurm. 
Desde niño fue un buscavidas y, a pesar que no lo necesitaba, trabajó de canillita, cafetero, vendió revistas del hipódromo de Palermo y comenzó a cantar. Ya para principios de la década del ‘50 era conocido en buena parte de Latinoamérica como Carlos Argentino.
Todas sus canciones fueron muy populares  con llegada, sobre todo, a las clases más bajas. Su primer éxito en nuestro país fue éste recordadísimo “Gaucho pachanguero” que tenés en el reproductor…


Ya para los ‘60, y con un éxito arrollador en cuanto lugar se presentaba, comenzó a ser reconocido como “el rey de la pachanga” dando origen al uso del verbo “pachanguear” como sinónimo de ir de fiesta o de juerga…
Escribió temas para equipos de fútbol como “La pachanga de Boca”, festejando el título que lograron los xeneizes en 1962. Y también fue el autor de “El equipo de José”, dedicado al Racing Club de Avellaneda, campeón en las temporadas de 1966 y 1967…
Su última presentación en público fue el 1 de julio de 1989 --acompañado por la Sonora Matancera-- en el Central Park de Nueva York celebrando sus 65 años con la música.
Carlos Argentino murió en 1991 mientras presenciaba una carrera de caballos en el hipódromo de San Isidro. Tenía 3 pura sangre propios y ese día su corazón dijo basta... y, con él, se nos fue la pachanga…

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