miércoles, 26 de noviembre de 2014

EDITORIAL

ESTA FÁBULA ME SUENA

Las fábulas, desde las épocas más remotas, han servido para  poder transmitir una enseñanza. Después, obviamente, está en cada uno desentrañarlas. Y ésta, en particular, bien podría servir para entender los tiempos que corren...
Parece que, en una lejana comarca del sur, existía un pueblo conocido como “el reino feliz”.
Es que, sus pobladores, habían encontrado el tan ansiado estado de bonanza. Fue el día que descubrieron que, el origen de todos sus males, estaba en “el otro”.

El mundo de las fábulas
Así fue como, ante cualquier calamidad que pudiera azotar a sus habitantes, el Rey les había enseñado que era posible descargar la culpa en “el otro”, y evitar así la congoja.
Asiduamente el Rey los convocaba para relatarles historias épicas. Y éstas provocaban la excitación de los asistentes que terminaban riendo, aplaudiendo y bailando tras las reflexiones del monarca… que también se prendía en el baile con ellos.
Cuenta la fábula que, muchos en el reino, podían vivir sin trabajar ya que el Rey --con la plata de todos-- les otorgaba subsidios explicándoles a los subsidiados que ese dinero les devolvía la dignidad… 
Esa que había sido negada por “los otros”.
Claro que un día irrumpieron en la comarca algunos juglares. Y comenzaron a contarles a los habitantes del reino “la verdad de la milanesa”

Pinocho
Fue así como uno de ellos, los domingos a la noche, reunía a los habitantes en la plaza del reino y les hablaba de fabulosas sumas de dinero, obtenido de manera ilícita, que un testaferro del Rey guardaba en bóvedas, y que luego ese dinero era trasladado a recónditos países del mundo.
Tanto crédito le dieron los ciudadanos a lo que contaba el juglar que, un juez del reino, comenzó a investigar sus dichos. Y, efectivamente, encontró ese dinero en países lejanos. 
Y fue a partir de esas comprobaciones que comenzó a desmoronarse “el reino feliz”
El pueblo ya no le creyó al Rey ni a la Reina que lo sucedió luego de su fallecimiento. 
El enojo fue general. Y salvo aquéllos que vivían sin trabajar y que recibían subsidios… no hubo más aplaudidores en “el reino feliz”.
Moraleja: “Se puede engañar a todos poco tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo; pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.
Porque a los mentirosos, tal como a Pinocho, les termina creciendo la nariz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario