¿LA CULPA LA TIENE EL 54 %?
Se podría afirmar que, el gobierno de Néstor Kirchner, dió para un 7. El primer mandato de Cristina para un 5. Pero, en el segundo, habrá que decir que CFK terminó “mostrando la hilacha”.
Por estos días nuestra sociedad sigue conmovida y consternada por la muerte del fiscal Alberto Nisman. Y, abrumadoramente (como quedó demostrado en las marchas del 18F) supone que su oscuro deceso jamás será esclarecido. Porque lo mismo pasó con el atentado a la embajada de Israel y con la AMIA. A ese grado de descreimiento hemos llegado.
La gran disyuntiva |
Y esto, obvio, ocurre en el marco de una sociedad vapuleada y castigada que vive desconfíando de los gobiernos.
Un poder que, ya desde la década de los ’90, ha venido generado una enorme griega entre los ciudadanos: ellos o nosotros. Y por eso la injusticia es regla y el disparate norma.
Una sociedad que ya no se asombra al enterarse que, cinco chicos, hayan muerto de desnutrición en Salta o en el Chaco.
Néstor Femenía |
Una sociedad que tiene a su presidenta imputada por la sospecha de encubrir el mayor atentado de la historia del país generando un pacto bochornoso con Irán.
Una sociedad que ya se ha acostumbrado a que los narcos sean los “dueños y señores” en gran parte de las villas miserias y otros asentamientos.
Una sociedad que ya no pestañea ante la presencia de un vicepresidente de la Nación que sigue en el Ejecutivo teniendo dos procesos por corruptela y que es investigado por otras “desprolijidades”.
Las cadenas nacionales de CFK |
Una sociedad en la que, hasta el club de barrio más modesto, tiene su barra brava que se dedica a realizar “negocios” y vender protección a quien la requiera y que, además, no es molestada por ninguna autoridad.
Una sociedad que ya no se escandaliza con los números de una inflación que la empobrece y que asiste azorada a las cadenas nacionales en la que CFK sólo “vende humo”.
Una sociedad espectadora de las maniobras que el gobierno urde denostando a toda la prensa crítica.
Domingo Faustino Sarmiento |
Una sociedad que sabe de la existencia de una estructura de medios “adictos” que se dedica al “chupamedismo” militante y que es generosamente “lubricada” con los dineros de la pauta oficial.
Una sociedad que asiste a “las funciones de gala” del Congreso y su voto “express”.
Una sociedad intoxicada con un relato que exalta “el crecimiento con inclusión social” mientras la pobreza y la miseria se encuentran debajo de “cualquier alfombra”.
Por eso no habría que olvidar al gran Domingo Faustino Sarmiento que nos advirtió hace ya muchos años: “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece”. Y esa frase, precisamente, es la que justifica el título de esta reflexión.
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