DEUDA EXTERNA: UNA BEBA QUE MAMÓ DE VARIAS TETAS…
“Tirar la manga” o “pasar la gorra” es, desde épocas inmemoriales, algo que siempre ha distinguido a nuestro país.
Como que está en nuestro ADN. Como que ya es parte del perfil genético nacional.
Y aunque la idea no es ingresar al túnel del tiempo, ni irnos a la prehistoria, no estaría mal recordar aquel nefasto pacto que el general Julio Argentino Roca suscribió con el negociador británico Walter Runciman. Por Dios… nos hicieron vuelta y vuelta. Se firmó el 1° de mayo de 1933 y fue la ruina para el país en tiempos de la presidencia de Agustín Pedro Justo.
La costumbre de "pasar la gorra" |
De resultas… nos vacunaron. Y no sería ni la primera ni la última vez a lo largo de la historia.
Por eso, y para no irnos tan atrás en el tiempo, vamos a poner la lupa en el gobierno de Isabel Perón.
Cuando a “Chabela” los militares del 76 la sacaron a “dar una vuelta en helicóptero”, nuestra deuda externa apenas alcanzaba los 7 mil millones de dólares. Hoy sería un vuelto. Una bicoca.
Cuando a “Chabela” los militares del 76 la sacaron a “dar una vuelta en helicóptero”, nuestra deuda externa apenas alcanzaba los 7 mil millones de dólares. Hoy sería un vuelto. Una bicoca.
El proceso militar --que de economía no sabía nada pero sí de llenarse los bolsillos y no precisamente de patriotismo-- terminó cuando la democracia los mandó de vuelta a los cuarteles.
Claro que, antes, nos habían dejado “un regalito”: ahora, la deuda, llegaba a los 47.500 millones. Era la época de los petrodólares. Los árabes habían inundado las bóvedas de los bancos norteamericanos y, éstos, entraron a prestar “verdes” a lo loco.
Pacto Roca-Runciman |
Y, obvio, los milicos del Proceso fueron los clientes perfectos: burros y coimeros. La ecuación ideal.
En 1983, por fin, llegó la democracia con el Dr. Raúl Alfonsín. Y ni bien sentó sus posaderas en el sillón de Rivadavia se encontró con un muerto imposible de levantar.
Don Raúl, con cierta ingenuidad, creyó que al volver la democracia los acreedores nos tratarían mejor. Pero las cosas, en las finanzas, no son así.
La cuestión es que la deuda siguió creciendo. Y también hay que decir que la euforia de volver a vivir en democracia nos hizo gastar más de lo que podíamos.
Por lo que no sólo seguíamos pidiendo préstamos en aquella época… sino dándole a la maquinita de imprimir billetes.
Junta militar de 1976 |
En definitiva, el mundo del revés. Y entonces llegó esa “señora indeseable” llamada inflación.
Cuando Alfonsín dejó el gobierno y pidió la cuenta… el mozo le trajo una factura dolorosa. Señalaba que estábamos debiendo 58 mil millones del billete norteamericano.
Entonces vino la era del menemato. El “Turco”, que de tonto no tenía un pelo, dijo: “yo ésta no la garpo”. Y decidió financiarse vendiendo Aerolíneas Argentinas, YPF, SEGBA, Gas del Estado, Autopistas, Aeropuertos y todas “las joyas de la abuela”. Conclusión: cuando Carlos Menem dejó La Rosada estábamos debiendo 146.219 millones de “verdolagas”.
La casa "no estaba en orden" |
Fue entonces cuando aterrizó Fernando de la Rúa al gobierno y descubrió que “el horno no estaba para bollos”. De urgencia lo llamó a Domingo Cavallo para que le diera “una manito”.
El “Mingo” no sólo inventó “la convertibilidad” si no que creyó que 1 dólar era igual a 1 peso. Mamita.
Todos le creyeron. Incluyendo Néstor y Cristina. Y fuimos de mal en peor porque nos “ensartaron” con el blindaje y el mega canje hasta que llegó el helicóptero que se llevó a De la Rúa.
No extrañó entonces la pesificación asimétrica y los bonos del corralito. Flor de “quilombo” el que armaron.
Un peso, ¿era igual a un dólar? |
Tras cartón Adolfo Rodríguez Saa declaró la cesación del pago de la deuda externa y el Congreso en pleno ¡¡lo aplaudió de pie!!
Para cuando Néstor Kirchner ingresó a La Rosada aquéllos 7.000 palitos de Isabel habían trepado a 180.000 millones de dólares.
El “Flaco”, entonces, le sacudió con 10 mil millones al Fondo Monetario Internacional y reestructuró la deuda externa en el 2005 inundando a los acreedores de bonos. Cristina no se iba a quedar atrás y, en el 2010, volvió a reestructurar la deuda. Entre los dos “les juntaron la cabeza” al 92,4 % de los acreedores.
¿Y ahora? |
Pensaron --equivocados-- que el 7,6 % de quienes no habían aceptado esos arreglos se la tenían “que comer doblada”. Craso error.
Porque los que tienen guita de sobra pueden esperar a que les paguen hasta “el día del juicio final”. Y porque, además, tienen contactos con los que “cortan el bacalao”.
Lo cierto es que más allá del fallo del juez Thomas Griesa, y de la voracidad obscena de los “malditos fondos buitres”, el episodio en los tribunales neoyorkinos dejó en claro que Cristina no puede llevarse el mundo por delante.
Y si sumamos lo que ya le pagamos al Fondo Monetario Internacional, lo que nos está costando la reestructuración de la deuda del 2005 y del 20110, más lo que le pagamos a Repsol y este último desaguisado de fines de julio pasado… bien podríamos afirmar: a) que Cristina es la “reina del fracaso”; y b) que a “la beba de la deuda externa” no hay teta que le alcance.
En definitiva: parece que lo que estaremos debiendo hoy son 720 mil millones de dólares. ¿Y ahora?
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