miércoles, 6 de junio de 2018

LADRILLOS VIEJOS

Muchas de las casas viejas, que aún quedan en la ciudad, muestran la época de esplendor de las primeras décadas del siglo pasado.
Algunas, incluso, tienen tanto valor que debieran ser consideradas patrimonio cultural. Sin embargo la mayoría de ellas hoy parecen cadáveres agonizando.
Y no son pocas las que desaparecieron de la faz de la tierra porque, la fiebre horizontal de los '60, trajo consigo una piqueta depredadora que arrasó con muchísimas construcciones antiguas.
Y vale la pena, entonces, recorrer barrios y villas descubriéndolas e imaginándonos sus épocas de esplendor. Porque, además, las casas viejas son como testigos de una historia que pasó. Por eso, en esta sección del blog, iremos mostrado las pocas que han quedado en pie…


MICROCENTRO: EDIFICIO “LA NUEVA PROVINCIA”
Don Enrique Julio, que llegara de su Catamarca natal para dirigir el diario local "El Deber", pronto advirtió la importancia que nuestra ciudad adquiriría sobre todo si se concretaba la posibilidad de ser la capital de una “nueva provincia” que surgiría de la división del territorio bonaerense.


La posibilidad, que parecía bien encaminada, lo decidió a crear una nueva empresa periodística cuyo génesis sería apuntalar ese proyecto divisionista. 
Y fue así que, el 1° de agosto de 1898, salió a la calle el primer ejemplar de un periódico al que denominó, precisamente, “La Nueva Provincia” y que, durante casi 20 años, se editó en la propiedad que se levantaba en la esquina de Alsina y Soler.
Luego mudó su redacción y talleres a Sarmiento 34 para, finalmente, adquirir un terreno contiguo (Sarmiento 54) en el que funcionaba --casi derruida-- una escuela.
El escultor Vian fue el encargado de modelar las diversas esculturas que ornamentarían el frente. Y, aunque el ancho del terreno era generoso, se lo aprovechó íntegramente apoyando la construcción del edificio sobre ambas medianeras.  

Así es que fueron levantados los 3 pisos que muestra su fachada aunque destacando --con énfasis-- los dos más bajos que exhibieron columnas gigantes sosteniendo el entablamento.
Precisamente, ése fue el sector elegido para colocar el nombre del diario.
La planta baja presentó puertas de acceso a las diferentes dependencias destacándose la central --a la que se accede por una escalera-- y la inclusión de dos grandes ventanales para ofrecer, al caminante, carteleras con las noticias más importantes de la hora.
Dos farolas iluminaban la porción central del edificio. 
Para destacar el tratamiento que se dio al remate del edificio con dinteles rústicos, balaustres y guirnaldas que oficiaron de complemento ornamental a llamativas esculturas.
Como sosteniendo la última cornisa, dos grupos de atlantes --con gruesos cordones de laurel-- coronaban el trabajo de diseño del edificio destacándose la Minerva que remataba la estructura apoyando un brazo en la prensa y levantando con el otro una antorcha.
Claro que el paso del tiempo comenzó a decir presente haciéndose ver en algunos deterioros de su ilustre frente. 
Y como en esos tiempos no habían llegado las ideas de conservación del patrimonio arquitectónico de la ciudad, lamentablemente se optó por quitar buena parte de la ornamentación que lo destacó por años.
Lo cierto es que la fachada fue completamente restaurada en 1998, cuando la empresa cumplió cien años. Los trabajos de restauración incluyeron la colocación de réplicas de Los Atlantes originales, que habían sido removidos a mediados de la década de 1960. 
Las réplicas fueron hechas por el escultor Hugo Pisani, lamentablemente fallecido.
Para algunos especialistas en arquitectura la construcción tiene un cierto parecido a construcciones masónicas que aún subsisten en la Capital Federal. El edificio ya no pertenece a la Editorial La Nueva Provincia.

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