miércoles, 23 de abril de 2014

EDITORIAL

LOS K… COMO LOS PALOS DEL BOWLING

En las guerras, desde la era de las cavernas, indefectiblemente se pierden soldados. Y la política no es ajena a esa circunstancia. Mucho más cuando los gobiernos populistas intentan darle, a esas batallas, un mentiroso barniz de épica.
Le ocurrió a Juan Domingo Perón durante su primer gobierno. Y sea por discrepancias, o por el exacerbado personalismo del “viejo”, no fueron pocos los que saltaron “eyectados” del poder. 
Por caso el vicepresidente, Hortensio Quijano; el ministro de Economía, Ramón Cereijo; el gobernador bonaerense, Domingo Mercante; y hasta el legendario dirigente de la carne, Cipriano Reyes. Lo mismo se podría decir del gobierno de Carlos Saúl Ménem que también se sacó de encima a quienes no lo reverenciaban o “habían metido la pata”.

Juan Perón
A ese respecto no podemos dejar de mencionar al ministro del Interior, Carlos Corach: o al de Economía, Erman González; al de  Obras Públicas, Roberto Dromi; o al de Salud, Eduardo Bauzá.
Y en los gobiernos populistas --definición que bien le cabe al de Cristina Kirchner-- sucede un fenómeno muy similar al juego del bowling. 
Es que no todos los palos, paraditos en el fondo de la cancha, resisten el embate de una bola. Y entonces se caen.
Por eso, cuando uno repasa lo que ha ocurrido en el país desde aquel lejano 25 de mayo del 2003 --cuando ÉL asumió --, varios son los que han quedado en “la banquina”.
Algunos porque ya no les daba “el piné” y fueron blanco fácil para la prensa opositora (caso de Aníbal Fernández); otros por los insostenibles “desaguisados” ejerciendo la función pública (referencia a Guillermo Moreno); y no faltó quien fuera reemplazado por inservible (caso de Juan Manuel Abal Medina).

Carlos Ménem
Mientras tanto, otros “palos de bowling” están próximos a caer. Caso del juez del fuero federal, Norberto Oyarbide. 
Es que su último enchastre --tras ordenar que se levantara el allanamiento de la ONG “Propyme”, luego de un llamado de Carlos Liuzzi (el segundo de Carlos Zanini, de la secretaría Legal de la presidencia), lo puso al borde del “knock out”.
Porque esa novela de cuevas, financistas y retornos que provendrían del dinero de la obra pública, le pegaron al gobierno donde más le duele: en Zanini que es el sostén de CFK ahora que Néstor no está.
Justo a él, mentado como el gran proveedor de ideología y convertido en un talibán implacable y sigiloso. 
Casi un monje negro escurridizo e inasible. Tal vez, y antes del papelón de Oyarbide, el último intocable de la elite kirchnerista.

Norberto Oyarbide
Alguien que creció a la sombra del “gran pingüino” y que, tras la desaparición de Néstor, amasó un insumo estratégico imposible de encontrar en el mercado: la confianza de Cristina.
Zanini fue el guardián del modelo. Fue. Ya nunca más lo será porque le estropearon su condición virginal de intocable.
Por eso es que toda la tropa kirchnerista, que se había esperanzado con gobernar hasta que “las velas ardan”, ya tiene asumido que eso no será posible. 
La sociedad les dijo no en las elecciones de octubre del 2013. 
Y, en lugar de esperanzarse con el poder perpetuo, de ahora en más intentarán no vivir la pesadilla de un largo calvario por los tribunales cuando desembarquen de la Casa Rosada.
Es que la realidad les terminó por demostrar que no son más que palos de bowling en el deporte de la política. Y que una bola bien tirada… los volteará indefectiblemente…

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