miércoles, 23 de septiembre de 2015

EDITORIAL

FRAUDE: UN FANTASMA QUE ASUSTA

El voto entra. Pero ¿y después? 
Las elecciones tucumanas fueron un verdadero bochorno. Incluso hasta generaron dudas sobre el rol que le cupo al Correo Argentino. 
Pero además el traslado de ciudadanos paraguayos para votar en el Chaco, que mostró la tele, ya no asombra porque es una práctica cotidiana. 
Y en territorio bonaerense a Felipe Solá --durante las PASO-- le "escamotearon" 140.000 votos. 
Por eso, ante un muy ajustado triunfo de Daniel Scioli en las presidenciales del 25 de octubre, no sería descabellado suponer una crisis institucional de final impredecible.

Compra de votos: una práctica
Queda claro que, Tucumán, terminó siendo una foto --en clave de “Macondo”-- de un drama mayor. 
Porque, la liviandad con la que se discute el fraude electoral en nuestro país, mueve una fibra sensible de la democracia que --acaso la dirigencia política-- no termina de calibrar en todo su envergadura.
La preocupación surge de las mismas encuestas que se conocen por estos días, a poco más de un mes de la crucial elección. 
Indican que Daniel Scioli se ha estancado o crecido muy poco; también señalan que Mauricio Macri a decrecido algo y que Sergio Massa está subiendo, pero todavía lejos para entrar en la segunda vuelta.

Quema de urnas en Tucumán
Y con los recientes casos de corrupción queda claro que esta exigua diferencia llevará --de manera inevitable-- a la judicialización del comicio. 
Por eso, una segunda vuelta, descomprimiría buena parte de esos riesgos tan implícitos a la noche del domingo 25 de octubre. 
No estaría mal entonces preguntarse ¿dónde termina el justo reclamo de transparencia electoral… y comienza a estar en juego la estabilidad del sistema? 
¿Está la clase dirigente de nuestro país preparada para evitar --o en su defecto superar-- el riesgo de un abismo institucional? Si Tucumán se repite... la respuesta es obvia.

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