miércoles, 2 de noviembre de 2016

LADRILLOS VIEJOS

Muchas de las casas viejas, que aún quedan en la ciudad, muestran la época de esplendor de las primeras décadas del siglo pasado. 
Algunas, incluso, tienen tanto valor que debieran ser consideradas patrimonio cultural. Sin embargo la mayoría de ellas hoy parecen cadáveres agonizando.
Y no son pocas las que desaparecieron de la faz de la tierra porque, la fiebre horizontal de los '60, trajo consigo una piqueta depredadora que arrasó con muchísimas construcciones antiguas.
Y vale la pena, entonces, recorrer barrios y villas descubriéndolas e imaginándonos sus épocas de esplendor. Porque, además, las casas viejas son como testigos de una historia que pasó. Por eso, en esta sección del blog, iremos mostrado las pocas que han quedado en pie…

MACROCENTRO: COMO SI ESTUVIÉRAMOS EN VERONA
A mediados del siglo pasado no pocos bahienses asociaban, la mansión que hoy nos ocupa, con una embajada o con una delegación consular. 
Y, dejando volar aún más la imaginación, con aquella mansión de Verona (Italia) en la que Romeo y Julieta se enamoraron perdidamente. 
La referencia es a la casona que se levanta en Moreno 339.


Porque ese balcón, tan cálido y llamativo, es capaz de activar la imaginación al punto de poder adentrarnos en la apasionada historia de amor de la literatura que nos regalara William Shakespeare. 
Y sin duda ese balcón --protegido por una pérgola-- le da a todo el conjunto arquitectónico un aire muy particular. También se puede decir que, la casona,  exhibe un estilo clásico, con reminiscencias de renacentismo italiano, que remite a los tiempos de los Montescos y los Capuletos.
El año de construcción de la vivienda es de inicios del siglo XX y se encuentra próxima a la casa de Juan Carlos Cobián, uno de los autores del legendario tango “La casita de mis viejos”, de la que solo queda una reseña histórica.

Cuenta la historia… 
… que la casona en cuestión fue diseñada por el arquitecto Enrique Cabré Moré para su padre, don Pedro Cabré Salvat que había llegado a nuestra ciudad en 1907 a instancias de su amigo el arquitecto Saurí. 
El apellido Cabré siempre estuvo muy ligado a la construcción. 
Esta propiedad, en especial, nos presenta líneas clasicistas italianizantes a tono con el gusto de la época. 
Cabe destacar que, su planta baja, presenta dos accesos ya que, funcionalmente, son dos viviendas autónomas. 
Para destacar, también, sus grandes ventanas enmarcadas por pilastras decoradas y entablamientos lisos. Resalta, además, su planta alta que presenta dos balcones con aberturas dobles y arcos de medio punto. El óculo central, en tanto, sugiere la existencia de un baño. 
Esta obra fue concretada hacia 1929 y mantiene hoy --aunque deslucidos-- los colores rosa y azul de su fachada original.

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