martes, 23 de mayo de 2017

CRÓNICAS EN CLAVE DE NAFTALINA

Aunque muy pocos lo sepan, nuestro país tuvo su propio astronauta que viajó al espacio. 
Es que, hace ya medio siglo, tuvo lugar un experimento con un pequeño ser vivo que emprendió el legendario viaje en cohete. Todo sucedió en 1967. 
Por aquellos años --plena Guerra Fría-- Estados Unidos y la ex Unión Soviética pugnaban por demostrar supremacía en la carrera espacial. 
Y también Argentina quiso hacer su aporte en los viajes al cosmos. Así fue como, un grupo de ratones nacidos y criados en la provincia de Córdoba, tuvo la oportunidad de ver la Tierra desde el cielo. Lo que sigue es la historia de...

UN RATÓN... FUE NUESTRO PRIMER ASTRONAUTA... 
Lo habían bautizado Belisario. Era un roedor blanco y chiquito, al que le calzaron un arnés diseñado especialmente a su tamaño. Y, el 11 de abril de 1967, logró trepar a una altura de 2.300 metros a bordo de una cápsula que se montó sobre un cohete --de diseño nacional-- conocido como "Yarará".


Y, sin exagerar, bien podemos considerar al ratón Belisario como el primer astronauta argentino. El programa que había generado esta hazaña se denominó BIO. 
Su objetivo fue probar la cápsula, el sistema de transmisión de datos biológicos y la recuperación del ratoncito con vida.

Uno de los científicos que participó del proyecto era Pablo de León, multifacético investigador e inventor, que por aquellos años también trabajaba para la NASA norteamericana diseñando una misión al planeta Marte.
La carrera espacial se había iniciado en 1957 cuando, la URSS, había lanzado su primer satélite: el Sputnik. 
Poco tiempo después los EE UU perdían la nave Apolo 1 en la que murieron sus 3 tripulantes.
Queda claro que, el ambiente de exploración espacial en aquella década, era efervescente. 
Y se estaba "cocinando" una rara mezcla de ingredientes cuyos "condimentos" eran el entusiasmo y la pasión por superar las fronteras de la ciencia.

Lo cierto es que, en épocas de la presidencia de Arturo Frondizi, nuestro país también decidió participar de este "juego" espacial.
Es que, el espacio, significaba desarrollo. 
Al punto que, el país del norte, invertía el 5 % de su PBI planificando la llegada a la Luna.    
Y Teófilo Tabanera --un apasionado del espacio-- fue el que convenció a Frondizi de la necesidad de ser partícipes en la exploración espacial. 
Así, y por un decreto presidencial, se creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) que fue la que desarrolló el proyecto BIO. 
Un organismo que hasta llegó a firmar convenios de cooperación con la NASA. De León recuerda que, en nuestro país, "había capacidad técnica, científica e industrial para lograrlo".

De León, y muchos años después, llegó a escribir un libro que se tituló "Historia de la actividad aeroespacial Argentina".
Recordar que, ya para 1963, los científicos de nuestro país habían desarrollado cohetes que permitían incluir una pequeña carga útil destinada a colaborar en un proyecto biológico. 
De ahí que, para 1964, ya se habían diseñado los sistemas para medir el ritmo cardíaco y de respiración del animalito que se elegiría para ser lanzado al espacio.
Así fue como, en el Hospital Aeronáutico de Córdoba, se diseño la "biocápsula" que lo transportaría. 
El "bichito" elegido se llamaba Belisario. Y era un ratón, de raza Wistar, que había probado ser el más adecuado para el experimento. 

Producida la elección lo fotografiaron como si fuera una modelo y le diseñaron su "traje espacial".
El chaleco diseñado permitía la ventilación y tenía una suerte de depósito para recolectar deposiciones sólidas y líquidas que serían analizadas después del vuelo. 
10... 9... 8... El lanzamiento tuvo lugar a las 10 de la mañana de aquel histórico día desde la pista de la Escuela de Tropas Aerotransportas de Córdoba. 
El cohete "Yarará" se elevó hasta los 2.300 metros de altura. Y, 28 segundos después del despegue, se abrió el paracaídas para el retorno de Belisario. Tardaron unos pocos minutos en encontrar el lugar donde había caído. Belisario estaba muy nervioso y mojado producto de la transpiración que le generó la prueba. Los científicos constataron que había perdido unos 8 gramos. 

Recién 3 días después, y tras una conferencia de prensa con el staff que había logrado la hazaña, el país se enteró de esta verdadera epopeya de nuestros científicos.
Y Belisario, el ratón héroe, vivió por muchos años tras aquel vuelo espacial. Resaltar que, a fines de la década de los '60, sólo tres países habían logrado lanzar seres vivos a la atmósfera: EE UU, la ex URSS y Francia. 
El experimento estuvo a cargo del ingeniero aeronáutico Aldo Zeoli, del vicecomodoro Javier Cáceres, del comandante Fabián Cueto y del científico Ernesto Abril. 
Belisario siguió viviendo en el Instituto de Biología Celular donde había nacido, y fue padre de numerosas ratitas.
Pocos años más tarde, y siguiendo con las experiencias, se enviaron al espacio un par de monos como ilustran las imágenes de esta crónica.

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