miércoles, 16 de agosto de 2017

DIOSAS INOXIDABLES

Trascendieron su tiempo. Amaron y fueron amadas. También deseadas y admiradas. Tuvieron vidas alucinantes, sus romances dieron que hablar y, algunas de ellas, murieron de manera trágica. 
Perduran, aún hoy en la memoria colectiva y esta sección es, si se quiere, una manera de recordarlas y homenajearlas. En la actualización de esta semana levantamos al telón para presentar a...  

ALFONSINA STORNI
Pocos saben que nació en la localidad de Sala Capriasca (Suiza) el 29 de mayo de 1892 y que, su vida, fue una novela. Sin duda una increíble poetisa y escritora del modernismo.


Radicada su familia en la provincia de San Juan, fue allí donde transcurrió su infancia. A principios del siglo XX se mudaron a Rosario (Santa Fe), donde su madre fundó una escuela domiciliaria y su padre instaló un café cerca de la estación de ferrocarril Rosario Central. 

Alfonsina se desempeñó como mesera en el negocio familiar pero, como ese trabajo no le gustaba, se independizó y consiguió empleo como actriz. 
También ejerció como maestra en diferentes establecimientos educativos y escribió sus poesías, y algunas obras de teatro, durante este período. 
Su prosa, a todas luces, es feminista. Y, según la crítica, tuvo una originalidad que cambió el sentido de la narración en Latinoamérica. 
Sus trabajos literarios reflejan, además, la enfermedad que padeció durante gran parte de su vida demostrando --en todo momento-- que esperaba el final de su vida lo que expresaba a través del dolor, el miedo y otros sentimientos.

Fue diagnosticada con cáncer de mama y la operaron. 
Sin duda el escritor Horacio Quiroga fue el amor de su vida. Alfonsina lo acompañaba al cine, a las tertulias literarias y a escuchar música porque --a los dos-- les gustaba Wagner. 
Frecuentemente viajaban a Montevideo y se tomaban fotografías, donde aparecían alegres. 
Los viajes tenían razón de ser porque, Quiroga, fue asesor del consulado argentino en Uruguay y siempre lo hacía acompañado de intelectuales femeninas.
La relación entre ambos finalizó en 1927 cuando, el escritor, conoció a María Elena Bravo y contrajo con ella su segundo matrimonio.
Siempre se rumoreó que ella y él fueron amantes.

Lo cierto es que, Quiroga, se suicidó presagiando el mismo final que le esperaba a Alfonsina. 
Porque Alfonsina se suicidó, el 25 de octubre de 1938, en Mar del Plata, arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres. 
Ella consideraba que, el suicidio, era una elección concedida por el libre albedrío y así lo había expresado en un poema dedicado a su amigo y amante (el también poeta suicida Horacio Quiroga). 
Hay versiones románticas que dicen que se internó lentamente en el mar. 
Y algunas de esas versiones sirvieron para componer --precisamente-- la canción "Alfonsina y el mar", basada en su suicidio. 
Su cuerpo fue velado en esa ciudad balnearia y, finalmente, en la Capital Federal. Actualmente sus restos yacen en el cementerio de la Chacarita.

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