miércoles, 6 de diciembre de 2017

CRÓNICAS EN CLAVE DE NAFTALINA-

Fue sorprendido y capturado el 24 de agosto de 1991 por delincuentes que le exigieron un importante rescate a su padre, el poderoso empresario Franco Macri. 
Lo cierto es que, encerrado en un ataúd, la vida de Mauricio cambió para siempre. 
Ya hace 26 años de ese hecho que comenzó en la puerta de su departamento. 
La crónica policial dirá que lo mantuvieron cautivo nada menos que 12 días. 
Y si querés revivir la historia… en lo que sigue te vas a enterar cómo ocurrió…

EL SECUESTRO DE MAURICIO MACRI
Todo ocurrió en la madrugada de aquel día. Y quedó liberado luego que, su padre, pagara 6 millones de dólares por el rescate. 
La historia comenzó en la esquina de Tagle y Figueroa Alcorta de la Capital Federal. Eran tiempos difíciles y, Franco Macri, había contratado custodia para todos sus hijos. Pero Mauricio vivía despreocupado y, dos o tres veces a la semana, se les escapaba y salía a pasear en su moto.

Tapa de "Crónica"
Hasta que llegó “el Día D”. Dos autos se encontraban estacionados en la céntrica esquina: un Fiat 600 con Camilo Ahmed al volante y Juan Carlos “El Pelado” Bayarri de acompañante. 
En la vereda de enfrente un Ford Falcon, de apoyo, conducido por el ex carapintada Héctor Ferrer. 
También se sumaba una combi Volkswagen. Los tres vehículos se comunicaban con handies.
A la 1.15 de la madrugada --de aquel 24 de agosto de 1991-- Mauricio estacionó su Peugeot 505 sobre Tagle.
Y, apenas bajó del vehículo, 4 hombres lo cercaron. Mauricio creyó que era un asalto y no ofreció resistencia. 
Fue cuando le dieron una piña en la cara. Ahí se dió cuenta que no era un simple robo.

El lugar del cautiverio
Así lograron inmovilizarlo y lo llevaron hasta la combi. En la calle no pasaba ni un alma. 
Inmediatamente los tres vehículos se dirigieron hacia la avenida Libertador. 
Los secuestradores, a través de los handies, demostraban su alegría por “el pez gordo capturado”
El operativo había sido un éxito.
Durante el trayecto Mauricio se sintió como uno de los detenidos desaparecido de los temidos operativos policiales y militares de la dictadura.
Sus captores no eran novatos y llevan no pocos “chupados” sobre sus espaldas. El Mauri iba con los ojos vendados, amordazado y encapuchado. 

Con su padre Franco
Las manos se las habían atado con alambre. 
Además de la billetera también le habían quitado su reloj. 
Y, para evitar cualquier falla en el vendaje y en la capucha, lo introdujeron en un cajón al que, los malhechores, dieron por denominar el “ataúd”.
Durante todo el trayecto no dejaron de atemorizarlo para que colaborara durante el operativo del secuestro. 
El viaje, recordaría luego Macri, duró media hora. Y siempre tenía presente que, la tapa del cajón revestido en fórmica, estaba a no más de 10 centímetros de su nariz.
Durante el trayecto ninguno de sus captores había dado señales que querían asesinarlo. 

El rescate
Y ahí fue cuando se dio cuenta que lo habían secuestrado. 
Supo que no debía resistirse y que no era momento para “boludeces heroicas”. Ni esa madrugada ni los días siguientes. Porque, una torpeza, podía costarle la vida.
Por entonces Mauricio tenía 32 años, era padre de 3 hijos y trabajaba como ejecutivo del denominado como Grupo Sociedad Macri (SOCMA), holding empresarial de su padre. 
La combi que lo trasladaba se detuvo en una casona ubicada en Avenida Juan de Garay 2.882, en el barrio San Cristóbal. Lo bajaron del vehículo, lo ingresaron al inmueble y lo bajaron a un sótano.

Momento en que fue liberado
Los captores pertenecían a la denominada “Banda de los Comisarios” integrada por varios oficiales superiores de la Policía Federal. 
Finalmente, y cuando el secuestro de Macri fue resuelto, algunos de ellos fueron condenados a 10 años de prisión y, otros, a reclusión perpetua.
Durante su cautiverio, en el sótano, le pasaban comida por un agujero practicado en el techo y --sus necesidades-- las realizaba en un baño químico que le habían instalado. 
También tuvieron que darle medicamentos porque Mauricio se enfermó. Además le hicieron grabar varios mensajes para enviárselos a su familia y así negociar la liberación.

La prensa ávida tras la liberación
Esos 12 días, Mauricio, los vivió con incertidumbre ya que de manera habitual recibía amenazas de muerte de sus captores.
Finalmente fue liberado el 5 de septiembre de ese 1991 cuando eran las 21.30 horas. Le vendaron los ojos y lo metieron el baúl de un automóvil. 
Lo dejaron en un descampado a pocas cuadras de la cancha del Club Deportivo Español.
Un par de días antes su padre había pagado los 6 millones de dólares que le habían exigido para liberar a Mauricio. El dinero, en un bolso, fue trasladado por el chofer de Franco --Roberto Osvaldo Pascual-- acompañado del mejor amigo de Mauricio: Nicolás Martín Caputo. Lo dejaron frente al muelle de la Isla Maciel. 
Por aquellos días jamás hubiera imaginado Mauricio que sería presidente de la Nación. Pero así es la vida que permite transitar desde el temor a la muerte… a calzarse la banda presidencial…

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