Trascendieron su tiempo. Amaron y fueron amadas. También deseadas y admiradas. Tuvieron vidas alucinantes, sus romances dieron que hablar y, algunas de ellas, murieron de manera trágica.
Perduran, aún hoy en la memoria colectiva y esta sección es, si se quiere, una manera de recordarlas y homenajearlas. En la actualización de esta semana levantamos al telón para presentar a...
LA DIFUNTA CORREA
Es una figura mítica de de nuestro país que despierta devoción. Tiene un santuario en la localidad de Vallecito (provincia de San Juan) que es visitado por miles de creyentes, sea para pedirle o para agradecerle.
Su verdadero nombre genera controversias. Porque, para algunos, es Deolinda Correa, y para otros Dalinda Antonia Correa.
El relato más antiguo acerca de su historia es del año 1978.
Sí se sabe que fue esposa de Clemente Bustos, un sanjuanino que fue reclutado contra su voluntad --hacia 1840--, durante las guerras civiles de nuestro país.
Vivían en una casa del departamento de Angaco (San Juan).
La soldadesca montonera, que se desplazaba hacia la provincia de La Rioja, reclutó por la fuerza al marido de Deolinda. Y esto la decidió a ir tras él.
Con el deseo de encontrarlo, y con su hijo aún lactante, siguió las huellas que había dejado la tropa por los desiertos sanjuaninos.
Sólo llevaba algunas provisiones de pan, charque y dos chifles de agua.Cuando se acabaron las raciones, y sobre todo el agua, Deolinda estrechó a su hijo junto al pecho cobijándose debajo de la sombra de un algarrobo.
Y allí la encontró la muerte a causa de la sed, el hambre y el agotamiento.
Unos arrieros, que pasaban por el lugar, encontraron el cadáver de Deolinda.
Su hijito seguía vivo y amamantándose de sus pechos de los cuales aún fluía leche.
Los arrieros la enterraron en un paraje --hoy conocido como Vallecito-- y se llevaron al niño.
Conocida la historia, muchos paisanos de la zona comenzaron a peregrinar hacia su tumba.
Con el tiempo se construyó un oratorio que, paulatinamente, se convirtió en un santuario.
La primera capilla de adobe en el lugar fue construida por un tal Zeballos.
Era un arriero viajando a Chile y que sufrió la estampida de su ganado.
Tras encomendarse a "La difunta Correa", pudo finalmente reunir a todos sus animales.
Señalar que, la devoción a ella, no se trata ni de un culto ni de alguna religión "difuntacorreísta".
Si no que se ha transformado en una devoción popular. Y la veneran como si fuera una santa.
Al punto que le asignan la concreción de milagros y que intercede por quienes creen en ella.
A partir de la década del ‘40, su santuario en Vallecito, se convirtió en un pequeño pueblo en el que existen varias capillas (17 en el 2005), repletas de ofrendas.
Las capillas han sido donadas por diversos devotos, cuyos nombres figuran en placas sobre las puertas de entrada.
Los arrieros primero, y posteriormente los camioneros, están considerados como los máximos difusores de la devoción hacia "La difunta Correa".
Las visitas al "Oratorio de la difunta Correa" se producen durante todo el año. Pero son más frecuentes en Semana Santa, en el "Día de las ánimas" (el 2 de noviembre), en la Fiesta Nacional del Camionero, y para la Cabalgata de la Fe que se realiza todos los años entre abril y mayo.
Se calcula que, por año, 300 mil devotos viajan a Vallecito. Tanta es la devoción de esta mujer que trascendió su tiempo.
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